UN TÉ PARA LOS AUSENTES


De pronto, cuando acababa de poner su cuerpo bajo la cascada, de agua tibia y densa de la ducha, de pronto, entonces, se escuchó el pitido.

Un pitido agudo, persistente… largo y paciente.

Sacó primero un brazo, para acostumbrarse de nuevo al aire frío del cuarto de baño.

Entonces deslizó su pierna derecha y después la izquierda fuera de la ducha.

Parecía una vieja sirena saliendo de un viaje largo en el océano, de una inmersión profunda a pulmón abierto.

Cogió el albornoz, tranquila, serena, segura de lo que ocurría y de lo que tenía que hacer.

Cruzó luego la puerta del baño, descalza y serena y avanzó por
el pasillo.

Él estaba sentado en la mesa de la cocina, tapándose una oreja con una mano y jugando con un vaso de plástico con la otra.

Detrás de él estaba el grifo del fregadero, abierto, solitario,
sacando un torrente de agua caliente con vapor. La pequeña alarma
de la cocina se había activado y hacía ese pitido escandaloso.

Pero él no se movía, sólo se tapaba una oreja y ponía cara de susto y de cansancio, mientras hacía girar el vaso sobre la mesa.

Ella pasó a su lado, pero no lo tocó ni le dijo nada, sólo lo miró un poco, como de reojo.

Algunas gotas de agua se deslizaban por sus brazos y dibujaban caminos en la piel, erizada por el ambiente frío de la cocina.

Pensó que él habría querido preparar té para alguien, que se habría entretenido sólo un momento dando la bienvenida a sus invitados imaginarios, y que no se habría acordado de que en la cocina no se juega, de que el grifo no se cierra solo, de que el agua se calienta y quema…, y todo lo demás.

A veces aún se olvidaba, aunque ya eran pocas.

Entonces, después de cerrar el generoso grifo, de silenciar el insolente y útil pitido, se acercó a él, le recordó que el agua no era un juego y se dijo a sí misma que quizás ya era hora de ponerle un bloqueo al grifo, como al resto de la cocina.

Entonces le cogió la mano con entereza y con dulzura a la vez, sólo un segundo, suavemente, porque sabía que eso era lo que él más entendía en el mundo.

Y pensó que ojalá el entendiera lo mucho que le quería.

Autor: UNA COJA COJONUDA

SOY ROSA TENGO CASI 56 AÑOS Y DESDE LOS 40 DIAS DE NACER SUFRO PARALISIS CEREBRAL. NO QUIERO COMPASION SOLO DIVERSION ESPERO QUE DISFRUTES CON MI MANERA DE VER LA VIDA MI LEMA ES VIVE LA VIDA PUES NO SALDRAS CON VIDA DE ELL

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